El nombre es la denominación o signo verbal que tiene una persona o que se le da a una cosa o a un concepto tangible o intangible, concreto o abstracto, para distinguirlo de otros. Como signo en general, es estudiado por la semiótica, y como signo en un entorno social por la semiología.
Desde un punto de vista gramatical los nombres son denominados sustantivos, aunque hay denominaciones más extensas denominadas lexías, unidades fraseológicas o títulos. La onomástica y la semántica investigan los nombres y sus significados, mientras que la Etimología indaga su origen. Una disciplina más general, la Simbología, con sus disciplinas asociadas la Iconología y la Iconografía, estudia las denominaciones no verbales.
Los nombres pueden venir acuñados ya por la tradición o ser creados para describir una nueva realidad. En este segundo caso son escogidos por su brevedad y extrañeza, a fin de que la identificación de la persona, cosa o concepto sea fácil, rápida y clara. Con frecuencia eso no es posible, así que se recurre a procedimientos de abreviatura como el clipping, acortamiento, sigla o acrónimo, o se recurre a una palabra extranjera más o menos adaptada, el llamado préstamo léxico.
Por otra parte, la ciencia necesita catalogar las realidades que va descubriendo, y para ello necesita una taxonomía clara que le provea de una nomenclatura o escala onomástica para clasificar en un orden regular de más general a más concreto las denominaciones comunes. Estas denominaciones tienen que ver con las similitudes o disimilitudes existentes entre las entidades catalogadas y para ello la ciencia debe adoptar unos criterios fijos y objetivos de denominación. El primer intento exitoso en este sentido lo realizó la biología con la nomenclatura de Carlos Linneo.