Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana

La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana constituye el primer documento que se refiere a la igualdad jurídica y legal de las mujeres en relación a los hombres.

La evolución del concepto de derechos humanos ha ido acorde con las épocas y los acontecimientos. En 1776 fue recogido por primera vez en la Declaración de los Derechos de Virginia (EE.UU.), y en 1789 en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, fruto de la revolución francesa. En ninguno de estos documentos se consideró a las mujeres.

Olympe de Gouges publicó en 1791 un manifiesto titulado "La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana" que era una copia de la "Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano" aprobada por la Asamblea Nacional en agosto de 1789.

Valiéndose del esquema de la declaración de derechos del hombre, Olympe reclama para las mujeres los mismos derechos, y algunos más específicos como por ejemplo, el artículo XI, que se refiere a la libertad de expresión, dice que las ciudadanas tendrán la libertad específica de desvelar y reclamar la paternidad de sus hijos.

La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana", tachada de mera copia adaptada al tema de la mujeres, constituye por sí misma un alegato brillante y radical en favor de las reivindicaciones femeninas y una proclama auténtica de la universalización de los derechos humanos.

Olympe denunciaba que la revolución olvidase a las mujeres en su proyecto de igualdad y libertad. Defendía que la: "mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos" y que "la Ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y los Ciudadanos deben contribuir, personalmente o por medio de sus representantes, a su formación".

Asimismo, Olympe reclamaba un trato igualitario hacia las mujeres en todos los ámbitos de la vida tanto públicos como privados: derecho al voto y a la propiedad privada, poder participar en el educación y en el ejército, y ejercer cargos públicos llegando incluso a pedir la igualdad de poder en la familia y en la Iglesia.

Sin embargo, parece que Olympe de Gouges no creía que mujeres y hombres fueran iguales. Al contrario que la mayoría de las teóricas de la igualdad, pensaba que había dos naturalezas distintas para hombres y para mujeres, y que la de las mujeres era superior. Esa convicción de las dos naturalezas es palpable en el texto que precede a la declaración.

Sin embargo, el planteamiento feminista no era compartido por los varones que dirigían la revolución, incluso entre los más radicales de ellos. Fue tachada de traidora a la revolución por oponerse a la pena de muerte contra el rey Luis XVI y su familia, convirtiéndose en un objetivo del terror jacobino al manifestarse contra Robespierre y Marat y la represión jacobina. Fue guillotinada en 1793.