La figura del padrino ya la encontramos documentada en los inicios del cristianismo. La iglesia católica pide que cualquier bebé que se haya de bautizar sea apadrinado, como mínimo, por una persona. Por norma general son dos personas: parientes del recién nacido o amigos de los padres, que actúan en el acto del bautismo como testigos del primer y principal de los sacramentos de los cristianos. En el caso de que el bebé bautizado solo tenga un padrino, según la normativa de la iglesia, este debe ser hombre.
En los inicios el cometido del padrino era muy diferente al actual. Para empezar, su nombre en latín era el de sponsor que quiere decir avalador, fiador, padrino... El sponsor era el que avalaba la formación cristiana de los neobautizados. Era preguntado por el obispo si los neófitos habían recibido la correspondiente instrucción cristiana. Si se los había instruido en los profetas, en los salmos, en el evangelio y las cartas de los apóstoles. Como por norma, en los inicios del cristianismo, se bautizaban toda la familia a la vez: pares, hijos, parientes y servidores... recibían la instrucción previa y a continuación se los bautizaba, siempre submergidos en una corriente de agua clara.
El padrino actual es el que «garantiza» que los bebés recibirán los regalos de los reyes y la mona de Pascua, pero legalmente, lo que firman y afirman, preguntados por el celebrante (obispo, presbítero o diácono) si están dispuestos a ayudar e los padres en la formación cristiana de sus hijos.