Metro (ferrocarril)

Las palabras metro y subte (Arg., acort. de subterráneo) se aplican al ferrocarril destinado al transporte de personas por el interior de las grandes urbes y de sus áreas metropolitanas.

Aunque la palabra metro es una abreviatura de las palabras ferrocarril metropolitano, su uso, con toda probabilidad, se importó a España desde Inglaterra, ya que el primer ferrocarril metropolitano que se inauguró en España, el de Madrid (1919), al igual que en la capital inglesa, circulaban por la izquierda. Aunque se usó la arquitectura parisina. En el dominio lingüístico español existe un metro más antiguo que el de Madrid, pero se denomina coloquialmente subte: es el subte de Buenos Aires, cuya Primera línea data de 1913. La denominación subte se ha expandido en algunas partes de Hispanoamérica, mientras que en otras, especialmente en aquellas con tecnología francesa, se usa la palabra metro.

El primer metro del mundo fue el de Londres (denominado Metropolitan Railway), inaugurado en 1863 con seis kilómetros de longitud. En años sucesivos fue extendiéndose, de forma que en 1884 formaba un anillo de aproximadamente veinte kilómetros. A continuación se le añadieron líneas radiales, en parte a cielo abierto y en parte en túnel, para constituir el Metropolitan and District Railway. Las locomotoras eran de vapor. Posteriormente se comenzó la excavación de túneles en forma de tubo y se electrificaron las líneas.

En 1896, Budapest (con la inauguración de la línea de Vörösmarty Tér a Széchenyi Fürdö, de cinco kilómetros) y Glasgow (con un circuito cerrado de diez kilómetros) fueron las siguientes ciudades europeas en disponer de metro.

Aunque todavía existen ferrocarriles urbanos cuyo trayecto transcurre total o parcialmente en la superficie, como el de Medellín, el concepto de metro se asocia generalmente a ferrocarril subterráneo, solución que fueron progresivamente adoptando las ciudades que no la habían adoptado originalmente, debido a varios motivos, entre los que pueden estar la superioridad en el orden de la calidad estética y ambiental del trazado subterráneo, así como la falta de terreno disponible o la carestía del suelo en las grandes ciudades.

Cuando el metro circula a cielo abierto, a menudo se colocan las vías sobre plataformas metálicas o de hormigón elevadas unos cuatro o cinco metros del suelo, de forma que el metro no interfiere con el tráfico de las calles. No obstante, su ruido resulta molesto para los vecinos, así que en algunas ciudades, como en la Ciudad de México o en París, los trenes que circulan por las líneas de metro que transcurren parcialmente a cielo abierto están dotados de vagones con ruedas de goma, lo que confiere un silencio y confort de marcha considerables. En otras, como Praga y Santiago de Chile, el trayecto sobre la superficie se realiza dentro de tubos elevados.

A partir de la electrificación de los ferrocarriles, el metro se ha convertido en un medio de transporte eléctrico en todo el mundo. En algunos casos la corriente es conducida por unas catenarias por encima del tren y, en otros, existen vías especiales destinadas a esta tarea en los laterales del trayecto (como es el caso, por ejemplo, del metro de Londres).