El atractivo sexual en animales (no humanos) depende de una amplia variedad de factores. A menudo, hay un elemento del cuerpo del animal que se adapta para ser sexualmente atractivo al sexo opuesto: las plumas brillantes y las crestas de algunas especies de pájaros, por ejemplo.
En muchas especies, hay comportamientos que aparentan estar adaptados para el despliegue sexual. Algunos de estos atributos parecen estar adaptados para demostrar estar en buena forma y saludable, por ejemplo, al demostrar la habilidad de poseer una cualidad ostentosa sin otra función de supervivencia aparente. La adaptación toma lugar en el género desplegante en paralelo al desarrollo de la pertenece en el otro género. Es posible que la adaptación sea cara en términos de estar en buena forma y esto causa mayores problemas de supervivencia, especialmente donde, como en el alce, se involucre un elemento competitivo directo.
Frecuentemente (sobre todo en los insectos) las señales químicas son usadas para generar el interés sexual y localizar a parejas potenciales. Estas señales, conocidas como feromonas, pueden producir un profundo efecto sobre el comportamiento de un animal, incluso cuando están presentes en cantidades diminutas.
El atractivo sexual de una persona hacia otra depende de ambas personas; para algunos, hay un acuerdo común con lo que es sexualmente atractivo entre una especie, pero los individuos tienen también opiniones subjetivas.
Algunos estudios sugieren que una fuente de atracción física de un hombre hacia a una mujer es dependiente de una proporción entre el ancho de las caderas y el ancho de la cinturacita requerida].