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La cruzada albigense (de Albi, localidad de la región de Occitania en el sur de Francia), también conocida como cruzada cátara o cruzada contra los cátaros, fue un conflicto armado emprendido en el año 1209 por iniciativa del papa de la Iglesia Católica Romana Inocencio III y del rey Felipe Augusto de Francia con el fin de eliminar por la fuerza el movimiento religioso de los cátaros albigenses establecido en los territorios feudales del condado de Toulouse, en lo que más tarde se conoció como el Languedoc, transfiriendo la propiedad de las posesiones de los nobles feudales tolosanos a la monarquía capetana y sus vasallos.
El desarrollo de esta guerra santa o cruzada es con frecuencia relatado en tres fases diferenciadas: una primera etapa, a partir del 1209 y que destacó por episodios de gran violencia como el de la matanza de Béziers, enfrentó a las fuerzas reunidas por señores vasallos de los capetos provenientes principalmente de Isla de Francia y del Norte, comandadas por Simón de Montfort con parte de la nobleza tolosana encabezada por el conde Raimundo VI de Tolosa y la familia Trencavel que siendo aliado y vasallo del rey de Aragón Pedro II el católico, invocaron a la participación directa en el conflicto del monarca aragonés, que resultó derrotado y muerto en el curso de la Batalla de Muret en 1213.
En una segunda fase, muerto Simón de Montfort en el sitio a Toulouse tras el retorno del conde Raimundo VII de Toulouse y la consolidación de la resistencia occitana apoyada por el conde de Foix y fuerzas aragonesas, decidieron la intervención militar de Luis VIII de Francia a partir de 1226 con el apoyo del papa Honorio III que culminó con el Tratado de Meaux-París de 1229 en el que se pactó la integración del país occitano en la corona francesa.
En una tercera y última etapa, los abusos de la Inquisición provocaron numerosas revueltas y sublevaciones urbanas y decidió una última tentativa de Raimundo VII a la que tuvo que renunciar a pesar del apoyo de la corona inglesa y de los condes de Lusignan, terminando con la captura de las últimas fortalezas de Montsegur y de Queribus en el 1244.
El catarismo a pesar de ser declarado herético por la Iglesia católica y perseguido en otras partes de Europa, alcanzó a lo largo el siglo XII una influencia creciente en la avanzada y tolerante sociedad del Languedoc incrementando su número de fieles particularmente, entre los miembros de la nobleza.
Como consecuencia de la guerra y la represión posterior el movimiento fue desorganizado y entró en decadencia junto con la civilización languedociana, que progresivamente adoptó las costumbres y lengua de Isla de Francia, y aunque logró sobrevivir en áreas periféricas del reino de Aragón y de Bosnia, su influencia desapareció de Europa Occidental hacia principios del siglo XIV.
A mediados del siglo XX diversos investigadores e historiadores recuperaron la memoria de la cruzada albigense como reivindicación del patrimonio histórico-cultural de la región francesa de Occitania.