El Huracán Stan fue la decimooctava tormenta tropical y el décimo huracán de la temporada de huracanes del Océano Atlántico en 2005. Stan fue la segunda tormenta "S" desde que el sistema de denominaciones de huracanes comenzó, el otro fue la tormenta tropical Sebastien de 1995. Fue una tormenta relativamente fuerte que, mientras se estableció como huracán de Categoría 1 durante un corto período de tiempo, causó inundaciones y desprendimientos en los países centroamericanos de Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua además del sur de México durante los días 3, 4 y 5 de octubre de 2005. Ha ocasionado por lo menos 1,620 muertes, un número similar al producido por el Huracán Katrina, y hay aun muchos más desaparecidos. Según fuentes oficiales, se espera que el número de muertes aumente posiblemente hasta bien pasados los 2.000, aunque el número total de fallecidos es probable que nunca se conozca debido al alto grado de descomposición de los cadáveres en el barro.
Un ejemplo de esta descripción es la aldea de Panabaj en el departamento guatemalteco de Sololá, que ha sido destruida completamente por las riadas de lodo. Stan ha sido comparado con el Huracán Diana de 1990, Huracán Cesar-Douglas de 1996, al Huracán Pauline de 1997 y con el Huracán Mitch de 1998; A pesar de que ha sido descrito en los países de América Central como una tormenta tropical, pues esa era su intensidad cuando afectó esa zona.
Los territorios más afectados fueron Guatemala y El Salvador, países en los que se produjeron el mayor número de fallecidos, y donde decenas de comunidades y pueblos quedaron completamente aislados.
En Guatemala, donde el 75% del territorio se ha visto afectado, una de las principales ciudades afectadas fue Santiago Atitlán, un importante destino turístico donde un grave corrimiento de tierra produjo decenas de víctimas. También una aldea situada en la falda del volcán Tacana fue arrasada por un alud de lodo y rocas.
En México el desbordamiento de un río en Tapachula, en el estado de Chiapas, arrasó 2.500 viviendas. Generando el surgimiento de seudolideres que pretendían ayudar a la población en el otorgamiento de nuevos créditos pero solo velaban por sus intereses personales, aporovechándose de la tragedia (hoy en día siguen dichos líderes cobrando desde $1,500 pesos mexicanos a fin de seguir velando por los intereses de la "comunidad")