Epicureísmo

El epicureísmo es un sistema filosófico enseñado por Epicuro de Samos, filósofo ateniense del siglo IV a.C. y seguido después por otros filósofos, llamados epicúreos.

En el año 306 a.C. Epicuro adquirió la finca llamada "El Jardín" en las afueras de Atenas y fundó su escuela de filosofía. Formada tanto por varones como por mujeres (gran novedad en las escuelas griegas), en ella vivió aislado de la vida política y de la sociedad, practicando la amistad y la vida estética y de conocimiento.

Epicuro proponía la realización de la vida buena y feliz mediante la administración inteligente de placeres y dolores, la ataraxia y los vínculos de amistad entre sus correligionarios. Este placer no debía de limitarse sólo al cuerpo, como preconizaba el hedonismo cirenaico, sino que debía ser también intelectual, ya que el hombre es un todo. Además, para Epicuro la presencia del placer o felicidad era un sinónimo de la ausencia de dolor, o de cualquier tipo de aflicción: el hambre, la tensión sexual, el aburrimiento, etc. Era un equilibrio perfecto entre la mente y el cuerpo que proporcionaba la serenidad, que ellos denominaban ataraxia. El placer puro es el bien supremo, el dolor el mal supremo. Los placeres y sufrimientos son consecuencia de la realización o impedimento de los apetitos. Epicuro distingue entre tres clases de apetitos:

Pese a que el placer es un bien y el dolor un mal, hay que administrar inteligentemente el placer y dolor: en ocasiones debemos rechazar placeres a los que les siguen sufrimientos mayores y aceptar dolores cuando se siguen de placeres mayores. La razón representa un papel decisivo en lo que respecta a nuestra felicidad, nos permite alcanzar la total imperturbabilidad (ataraxia), la cual Epicuro compara con un mar en calma cuando ningún viento lo azota y nos da libertad ante las pasiones, afectos y apetitos.

La finalidad de la filosofía de Epicuro no era teórica, sino más bien práctica. Buscaba sobre todo a procurar el sosiego necesario para una vida feliz y placentera en la que los temores al destino, los dioses o la muerte quedaran definitivamente eliminados. Para ello se fundamentaba en una teoría del conocimiento empirista, en una física atomista inspirada en las doctrinas de Leucipo y Demócrito, y en una ética hedonista.

El hombre debía rechazar la enseñanza de miedos y supersticiones. No había motivo para temer a los dioses porque estos, si bien existen, no pueden relacionarse con nosotros ni para ayudar ni para castigar, y por tanto ni su temor ni su rezo o veneración posee utilidad práctica. La muerte tampoco puede temerse, porque siendo nada, no puede ser algo para nosotros: mientras vivimos no está presente y cuando está presente nosotros no estamos ya. El dolor y el mal se evitan fácilmente porque ningún tormento dura demasiado y cuanto más intenso es menos dura.

El epicureísmo es una doctrina de un paganismo típicamente laico y mediterráneo y en este ámbito ganó gran número de seguidores que la consideraron una doctrina verdadera que solucionaba todos los problemas. Su escuela de pensamiento perduró largamente aun siete siglos tras la muerte de Epicuro; pero después fue casi relegada al olvido al advenir la Edad Media, periodo en el que se perdió o fue destruida la mayoría de los escritos de este filósofo griego a causa del rechazo que por sus ideas experimentó el Cristianismo, quien ni siquiera intentó adaptarlas a su sistema de creencias como por otra parte si intentó con el platonismo y el aristotelismo.